1924, la interpelación olvidada. Por Pedro Cayuqueo

Por 45 votos a favor la Cámara de Diputados aprobó este lunes la interpelación al ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, solicitada por la Alianza. La oposición, se supone, busca que el secretario de Estado se refiera al actuar del Gobierno frente al conflicto chileno-mapuche. “El ministro tiene que comprender que nuestro sector está muy preocupado por lo que pasa”, señaló el diputado de Renovación Nacional, José Manuel Edwards, encargado de interpelar a Peñailillo. “No es un ring de box, queremos ver de qué manera, en conjunto, vamos a solucionar un problema que se ha arrastrado ya por mucho tiempo, por decenas y casi centenas de años”, agregó Edwards, tratando de pasar por estadista.

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En mi opinión, ni lo uno ni lo otro. Edwards lejos está de ser un estadista, ya lo sabemos. Y un comino le interesan las políticas indígenas del gobierno al sector duro de la oposición que facilitó los votos para la “puesta en escena”. Lo de ellos es la seguridad pública, el buen dormir de latifundistas con quienes varios están emparentados y, sobre todo, el bendito estatus quo regional. Y torpedear, lo más que se pueda, la gestión del Intendente Francisco Huenchumilla, la verdadera cabeza que quisieran poner en la guillotina pública. Y en lo posible, ver rodar.

¿El pecado de Huenchumilla? Transparentar una historia regional donde las primeras casas quemadas con gente dentro no fueron precisamente de familias suizas. Se trató de rucas mapuches, cientos de ellas, hogares de los Meliñir, los Huenupi, los Curin, los Melinao, los Trecamán, correteados a punta de escopetazos y bandidaje rural de sus tierras por colonos extranjeros y nacionales, así como por batallones de tinterillos y especuladores santiaguinos, muy bien conectados, que cruzaron el Biobío para “hacerse la América”. El Far West sureño, con los mapuches huyendo hacia las colinas, cual video clip de Iron Maiden.

Ya que hablamos de interpelaciones, los invito a leer el discurso de otro diputado de la República dirigido a un ministro de Estado, también por el “tema mapuche”. Aconteció en 1924 y los protagonistas fueron el diputado por Temuco, Francisco Melivilu, y el entonces Ministro de Colonización, Galvarino Gallardo, diplomático y décadas más tarde alcalde de Santiago. Melivilu, el primer diputado mapuche de nueve que llegaron al Congreso entre 1924 y 1989 (Huenchumilla sería el último), buscaba terminar con los atropellos que sufrían los mapuche ya radicados en los “títulos de merced” de la zona del Llaima. Y centraba su exposición en la tenebrosa figura de Luis Silva Rivas, especulador que se hizo rico vía concesiones de tierras fiscales. Y asesinatos que se denunciaban por docenas.

Hablamos de un territorio con historia. De allí, de Llaima, era el legendario guerrero Kalfukura, ñizol toki (jefe principal) en la guerra mapuche contra la República Argentina a mediados del siglo XIX. De allí eran también los valientes lonkos Fermin Kollio y Manuel Kotar, muertos en el ataque al Fuerte Temuco de 1881. Y allí, en Llaima, terminaría la familia del propio diputado Melivilu, tras ser expropiadas en 1929 sus tierras en Maquehue para construir el actual aeropuerto de Temuco. A dicho territorio, cargado de historia, arribaría en 1905 la “Sociedad Colonizadora Silva Rivas”, a quien el Estado adjudicó -por Decreto Supremo Nº 28 del 23 de Enero del 1905- una superficie de ¡188.000 hectáreas! Y junto a ella, un puñado de colonos chilenos y extranjeros de trigos para nada muy limpios.

Dejo con ustedes al diputado Melivilu.

“Señor Presidente. Mis observaciones tienen la finalidad de interpelar al gobierno, pero como los señores Ministros no siempre tienen tiempo de venir hasta la Cámara voy a llamar la atención de los honorables Diputados. En el año 1905 se hizo la concesión Silva Rivas; una concesión de terrenos para colonización. El objetivo era traer colonos extranjeros, especialmente de Estados Unidos, para que fueran a poblar el valle del Llaima. Pero resultó que el señor concesionario no cumplió con ninguna de las cláusulas.
Esto está comprobado por los Informes del Inspector General de Colonización de aquella época y por un informe que dio una comisión parlamentaria de esta Cámara. Sin embargo, el Gobierno, extralimitándose en sus facultades, el año 18, lejos de haber cancelado la concesión, como sugerían los informes, le dio todavía 40 mil hectáreas más de terreno al señor Silva Rivas. Denuncias de este tipo las venimos repitiendo continuamente sin que nunca hayamos sido oídos de parte del gobierno.
Quiero también referirme al hecho de que esta concesión, lejos de haber sido colonizadora, ha sido despobladora, porque el señor Silva Rivas ha ido a quitarles el terreno a los mapuches que viven en esos terrenos y tienen la desgracia de colindar o estar metidos en sus extensas propiedades. Y no solo los molestan sino que los atropellan de hecho con la fuerza de Carabineros, les queman sus casas y en seguida los mandan presos para beneficio de estos especuladores. Yo solamente voy a pedir al señor Ministro que de una vez por todas termine con esta odiosa tiranía.
Según dicen los mismos títulos de la concesión, debían ser cordilleranos, pero en realidad, los han ubicado en terrenos planos, perfectamente planos. Se puso que en el título que eran “de cordillera” para obtener una mayor cantidad de suelo… Acabo de recibir una comunicación de los mapuches de allá de Cunco en que me dicen que el señor Silva Rivas, con la autoridad que le caracteriza, quiere quitarles terrenos. A nosotros los mapuche el Estado nos hadejado dos o tres hectáreas y posiblemente este señor Silva Rivas ha creído que estos mapuches tienen mucho con dos o tres hectáreas de terrenos y ha querido agregarlas a las 40 o 50 mil hectáreas que dolosamente le regaló el gobierno.
Espero y confío en que el señor Ministro se ha de servir ordenar que un ingeniero vaya a mensurar esos terrenos y ordenará que se les dejen a los mapuches aquellos terrenos que han ocupado durante muchos años, terrenos de los cuales son únicos y soberanos dueños. Estos mapuches han adquirido esas propiedades por el mejor de los títulos, por la ocupación, por haberlos ocupado, trabajado y defendido sin interrupción alguna durante siglos. Sin embargo, ahora se los quiere despojar por haberse encontrado con gentes como este Señor a quien en Santiago nunca han podido poner atajo.
Este Señor Luis Silva Rivas está vinculado, según me dicen, a las mejores familias de Santiago y a distinguidos políticos y profesionales de Chile… Ha tenido durante muchos años los Carabineros a su disposición, para hacer lo que se le antoje con los indígenas y también con colonos pobres, y ejecutar toda clase de atropellos. Y ahora tiene bandidos a su disposición, salteadores de caminos que atropellan y asesinan a humildes personas. Nosotros también hemos hecho presentes estas cosas al Gobierno y éste no nos oye. No se mandan Carabineros para que resguarden a las personas honestas y se permite que los bandidos del señor Silva Rivas sigan asesinando en los campos.
Finalmente, señor Presidente, yo creo que si en esta cámara no se hace eco o por lo menos no se pide justicia, pronto tendremos entre los indígenas de los campos del sur ese mismo fermento de descontento que ya existe en las almas de los trabajadores de las ciudades. Yo tengo fe en la capacidad de trabajo del Ministro y estoy cierto que antes de retirarse de su puesto habrá de resolver este problema, a fin de que no continúe por más tiempo esta vergüenza de la concesión de tierras fiscales y los atropellos a los habitantes que originalmente pueblan aquella región”.
Francisco Melivilu, Diputado por Temuco. Congreso Nacional. Sesión
10.a Ordinaria del Lunes 9 de Junio de 1924.

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